Víctor Saldaño: una pelea contra el destino

Víctor Hugo Saldaño es el único argentino en el corredor de la muerte en Estados Unidos, y ha pasado casi treinta años aguardando una decisión final sobre su situación en Texas. Fue sentenciado a muerte en 1996 tras ser hallado culpable del secuestro y homicidio de Paul Ray King. Su vida está marcada por un historial de adversidades, un proceso judicial acusado de racismo y una batalla legal en curso con la esperanza de modificar su destino.

Después de huir de su casa en Argentina a los 17 años, Saldaño emprendió un recorrido incierto que lo llevó a atravesar numerosos países de América Latina antes de arribar a Estados Unidos. Sin un domicilio permanente y autodenominado «vagabundo», Saldaño fue arrestado en 1995, acusado del asesinato de Paul Ray King, un trabajador estadounidense, durante un atraco en Texas.

Un delito que jamás rechazó

El 25 de noviembre de 1995, Saldaño y un compañero mexicano, Jorge Chávez, abordaron a King en el estacionamiento de un supermercado en Plano, Texas. Lo raptaron y llevaron en su propio coche a un área boscosa cercana al lago Levon, donde le sustrajeron su dinero y lo mataron. King fue baleado cinco veces, incluyendo un disparo a corta distancia detrás de la oreja.

El 25 de noviembre de 1995, Saldaño y un amigo mexicano, Jorge Chávez, interceptaron a King en el estacionamiento de un supermercado en Plano, Texas. Lo secuestraron y lo llevaron en su propio automóvil hasta una zona boscosa cerca del lago Levon, donde le robaron su dinero y lo asesinaron. King recibió cinco disparos, incluyendo uno detrás de la oreja disparado a corta distancia.

Un proceso judicial influenciado por el racismo

El juicio de Saldaño ha recibido numerosas críticas, principalmente por el empleo de argumentos racistas por parte de la Fiscalía. En Texas, la pena capital se determina en función de la «peligrosidad futura» del acusado, un concepto que considera la posibilidad de que el reo incurra en delitos nuevamente. Durante el proceso, un experto de la Fiscalía sostuvo que el origen hispano de Saldaño incrementaba su peligrosidad, apoyándose en datos estadísticos de la población carcelaria.

Este argumento fue juzgado como discriminatorio por la Corte Suprema de Estados Unidos, que mandó a revisar el caso. No obstante, en un segundo juicio en 2004, la sentencia fue nuevamente ratificada, a pesar de que su defensa argumentó un notable deterioro en la salud mental de Saldaño después de años en el corredor de la muerte.

El esfuerzo por probar discapacidad intelectual

En tiempos recientes, la defensa de Saldaño ha interpuesto nuevas apelaciones, sosteniendo que su condición mental y una posible discapacidad intelectual deberían librarlo de la sentencia de muerte. Un nuevo habeas corpus

presentado en 2024 incorpora evaluaciones médicas que indican que Saldaño no poseía la capacidad cognitiva y adaptativa suficiente para entender plenamente las repercusiones de sus acciones.

Además, la defensa aportó testimonios de personas que conocieron a Saldaño durante su niñez en Córdoba, Argentina, quienes lo describieron como un niño inmaduro, con problemas para socializar y para entender situaciones de riesgo. Según estos informes, su discapacidad intelectual habría estado presente mucho antes del delito, lo cual podría ser crucial para anular su sentencia bajo la Octava Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que prohíbe la ejecución de individuos con discapacidades intelectuales.

Situaciones extremas en el corredor de la muerte

Desde 1999, Saldaño se ha encontrado en la Unidad Allan B. Polunsky, una cárcel de máxima seguridad en Texas. Los internos del corredor de la muerte permanecen 23 horas diarias en aislamiento en diminutas celdas, lo que ha empeorado los problemas de salud mental de Saldaño. Según reportes, ha experimentado episodios psicóticos que han necesitado internamientos en el hospital psiquiátrico del sistema carcelario.

Con 53 años, Saldaño ha transcurrido más tiempo en el corredor de la muerte que en libertad. Su madre, Lidia Guerrero, residente en Córdoba, ha batallado sin descanso por su hijo, llevando el caso hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y buscando respaldo incluso en el Vaticano, donde fue recibida por el papa Francisco en 2016.

Un destino incierto

El caso de Saldaño continúa siendo un emblema de las complejidades del sistema judicial estadounidense y de la pugna por los derechos humanos. Mientras la Corte de Apelaciones de Texas examina el nuevo habeas corpus

, la posibilidad de que su condena sea conmutada aún permanece incierta.

, la posibilidad de que su sentencia sea conmutada aún está en el aire.

Lidia Guerrero, resignada pero esperanzada, continúa abogando por su hijo desde la distancia. “Todos los días tengo esperanza, pero trato de aceptar la situación”, confiesa. Para Saldaño, el tiempo sigue siendo su mayor enemigo mientras espera en el corredor de la muerte, aferrándose a la posibilidad de un cambio que le permita salir de su “cajoncito”, como describe su celda, y encontrar algo de paz tras casi 30 años de encierro.

By Carmen Pereira